jueves, 19 de abril de 2007

Homo Sacer



El filósofo y lingüista italiano Giorgio Agamben escribió hace años un ensayo titulado "Homo sacer". Utilizaba para titular su libro una enigmática figura del derecho romano arcaico que designaba al hombre cuya vida quedaba separada de la vida del resto de los ciudadanos de la polis. Había sido juzgado por un delito y declarado "hombre sagrado". Pero, paradójicamente, según la primera ley tribunicia, "si alguien matara a aquel que es sagrado por plebiscito, no será considerado homicida".
Esta aparente contradicción entre la declaración de sacralidad de una persona y, al mismo tiempo, la autorización a que se le dé muerte podría encontrar una explicación histórica. En momentos en que el derecho religioso y el penal no se habían aún separado, la condena a muerte se presentaba como un sacrificio a la divinidad. Lo sagrado era sencillamente la consagración a los dioses infernales.
Agamben recupera esta mítica figura jurídico-religiosa para referirse a uno de los fracasos de la modernidad. La existencia de campos de concentración o de exterminio, donde la vida, privada de todo derecho, podía ser objeto de todos los experimentos. El campo de concentración representa, para Agamben, el espacio más radical aunque no único donde se ejecutan las biopolíticas represivas contemporáneas.
El filósofo italiano retoma la definición de soberanía de Carl Schmidt ("soberano es el que decide sobre el Estado de excepción") para señalar un concepto límite del Estado y del derecho. Si el poder soberano es la capacidad para apartarse de la ley general, la "dictadura del proletariado", considerada por la izquierda que abreva en Marx como una simple fase de transición hacia la sociedad sin Estado, es el paradigma del Estado de excepción.
Otro caso muy actual de Estado de excepción acaba de ser consagrado por una decisión de la Suprema Corte de los Estados Unidos, que ha negado los derechos constitucionales a los presos de Guantánamo. La decisión, criticada por los grupos norteamericanos de derechos humanos, supone un aval a la política del presidente George Bush y sus particulares métodos de lucha contra el terrorismo.
Seis de los nueve miembros de la Corte norteamericana rechazaron la admisión de dos recursos presentados por los abogados de 40 de los detenidos en Guantánamo contra la denegación de un hábeas. La mayoría de la Corte considera que el gobierno de EE. UU. está legitimado a tratar a los presos como "combatientes extranjeros ilegales" y mantener el procedimiento de comisiones militares de acuerdo con la ley antiterrorista aprobada el año pasado por el Congreso.
La resolución de la Corte norteamericana revista una ambigüedad similar a la figura jurídica del homo sacer. Reconoce que los presos de Guantánamo están amparados por las leyes de EE. UU., pero al mismo tiempo convalida los procedimientos especiales regulados por el Congreso cuando había mayoría republicana que vulneran los derechos constitucionales básicos de todo procesado en una democracia a no permanecer detenido indefinidamente sin cargos. Es como si, a partir de ahora, existieran dos tipos de criminales: unos que deben ser tratados según los procedimientos legales habituales (presencia de abogados, juzgamiento por jueces naturales, etc.) y otros que quedan al margen de toda legalidad.
Debe recordarse que en Guantánamo permanecen detenidos, desde hace más de cinco años, alrededor de 400 "combatientes ilegales" de los que apenas una decena han recibido cargos en su contra. Tres de esos detenidos dos de origen saudita y otro yemení aparecieron muertos en sus celdas el 10 de junio del 2006. Según las autoridades de la prisión se habrían suicidado utilizando trozos de sábanas para ahorcarse.
Organizaciones de derechos humanos, por encargo de los familiares que recibieron los cuerpos en sus países de origen, encomendaron una autopsia a un conocido forense suizo. Llamativamente, el especialista se encontró con que faltaban los órganos de la región de la faringe, laringe y tráquea "que son los más importantes a examinar en un caso de ahorcamiento". El forense suizo se pregunta también cómo es posible que, en celdas vigiladas electrónicamente durante 24 horas al día y donde los guardias pasan por delante cada cinco minutos, tres detenidos tengan el tiempo de poner en marcha el complicado montaje necesario para un suicidio por asfixia.
Todas estas circunstancias nos ponen en alerta porque recuerdan las tenebrosas prácticas en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Los métodos de la "guerra contra el terrorismo" están causando un grave daño al prestigio de los Estados Unidos en todo el mundo. Como advierte Giorgio Agamben, apartarse de la ley general entraña un enorme riesgo, algo que conocemos sobradamente en Argentina. "Ante un enemigo cuya estructura se desconoce, siempre se acaba, antes o después, por identificarse con él".
ALEARDO F. LARIA (*)
Especial para "Río Negro" 16 de abril 2007
(*) Abogado y periodista. Madrid.

Propuesto por el prof. Bruno Mandica

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